Tener cosas está muy bien, pero, reconozcámoslo, tiene serios inconvenientes. Para empezar, en un contexto social como el nuestro, frecuentemente poseer una cosa no hace feliz más que de una manera instantánea y fugaz; una vez constatada la posesión, es la frustración por no tener otras cosas el sentimiento que se fortalece, y más ocurre cuantas más cosas tenemos, a lo círculo vicioso. Además, ocupan sitio.
Así que nada, olvídate de regalar objetos materiales, y pásate al selecto club de quienes regalan satisfacciones más o menos inmateriales o que, al menos, no dejan un rastro físico tras de sí, sino en todo espiritual. Una huella en el recuerdo, no en la estantería. Y además, no se rompe, no coge polvo, no da por el saco en las mudanzas, no pasa de moda… Todo ventajas.
Bien, cuáles son esas experiencias inolvidables que quieres vendernos, me dirán ustedes. No lo sé. Se me ocurren unas cuantas que voy a meter aquí por hacer bulto, pero lo importante es escoger la experiencia ideal para cada persona; para el que recibe el regalo, no para el que lo hace, aunque me temo que con esto pasará igual que con los regalos materiales…
Un solo regalo al año, pero de primera calidad
Las satisfacciones sensoriales son las primeras y más fáciles de obtener. Una buena comida o una cata, un masaje o un concierto son buenas maneras de satisfacer nuestro gusto y nuestro olfato, nuestro tacto, oído y vista. Si conocemos bien a nuestro objetivo, tal vez nos atrevamos a regalar algo más intelectual: un espectáculo, un encuentro insospechado con amigos semiolvidados…
Los viajes siempre son una buena opción; pero un viaje mondo y lirondo, el transporte y el alojamiento, digamos, queda un poco pobre, es un importante gasto sin el toque especial que buscamos. Añade al viaje un evento o actividad significativa. Por ejemplo, que regalas un viaje a Granada, incluye una visita a un hammam típico. Que el viaje es a la Alcarria, añade una buena degustación de productos típicos.
Otra experiencia que encantará a los auténticos fanáticos es conocer o ver de cerca a un personaje admirado. Nunca será lo mismo regalar una entrada a un concierto de U2, aunque sea VIP, que dar una vuelta al circuito de Montmeló acompañando a Pedro Martínez de la Rosa. El regalo irá en proporción a lo que podamos o queramos gastarnos, y a la disponibilidad del mismo.