No, no es broma. En serio que no. ¡Compruébalo tú mismo! En la página web www.enviaunamierda.com ofrecen un servicio que es tan absurdo como obvio (¿Por qué no se me ocurriría a mí?): Enviar un excremento a alguien por un módico precio, si es que puede hablarse de módico precio cuando nos referimos a lo que nos referimos, claro está.
Con un simple vistazo uno puede darse cuenta del gran acierto de esta escatológica emprenda, su diseño web. Estrategias de marketing basadas en normalizar algo tan esperpéntico. ¿No soportas a tu ex?, reza uno de los titulares acompañado de la imagen de unas guapísimas chicas sonriendo.
Entre otras cosas, podemos encontrar testimonios de clientes que sacan más de una carcajada. Y para rematar, en la sección Preguntas frecuentes, responden lo que más de uno se habrá preguntado: ¿Es mierda real? La respuesta es sí, o al menos eso aseguran. Pues me quedo mucho más tranquilo, oiga.
¿Hay alguien que insista en hacerte la vida más dura de la cuenta? Pues ya sabes, envíale una mierda. No solo dejarás claro el mensaje, sino que además no lo olvidará en su vida. Desde luego, si a mí me regalasen algo así, lo seguiría recordando hasta el fin de mis días, más que ese coche que tanta ilusión me hacía a los dieciocho años. ¿No es curiosa la mente humana?
En la variedad está el olor
Tienes mucho donde elegir. Defecaciones humanas con nombres propios (mierda de la Tia Chon, por ejemplo), defecaciones con animales (de gatos, de perros…). Todo tan bien presentado que, cuando el destinatario lo reciba, le va a costar un momento entender qué demonios está pasando. Para asegurarte de que reciben el mensaje claramente, puedes personalizar tu mierda con una tarjetita.
Como digo, la presentación es muy importante. Por 15 euros (varía si quieres una mierda humana o animal, que son más baratas), enviarán tu excremento con anonimato 100% garantizado, envuelto en una bonita caja que descansa en una especie de bicicleta de metal a la que tienen el detalle de incluir paraguas de plástico, lazos e incluso un desodorante que, deduzco, no olerá precisamente a rosas.
Si me preguntan, lo cierto es que no sé qué es más paradójico: Que esta idea esté funcionando como un reloj, o que yo mismo haya tenido la fuerte tentación de hacerme con una. Y es que regalar un excremento es tan inútil como divertido, además de significativo, en lo bueno y en lo malo.