¿Podemos permitiros el regalo más caro del mundo? ¿No? ¿Seguro? Es que el regalo más caro el mundo no tiene por qué costarnos un céntimo. Vale. Pasamos a explicaros antes de que el lector decida que esto es una charada que no merece su atención.
Para quienes aún siguen leyendo y no se han ido a ver qué le ha pasado en la uña del dedo gordo a la estrella de su equipo o la famoseta de turno, explicamos cómo podemos permitirnos el regalo más caro del mundo:
El valor del presente no ha de ponerlo la etiqueta del precio sino quien lo ofrece y quien lo recibe. Dicho esto, una piedra de granito, un “canto rodao” puede convertirse en un regalo infinitamente más valioso que el diamante con más quilates del mundo.
Lo personal vale más
Pero no vayamos a los extremos, que ya estamos viendo cómo los que menos pueden o quieren gastar se van al río en busca de piedras planas y redondeadas. Hablemos, eso sí, de regalos de precio muy bajo que alcanzarán un enorme valor sentimental para quien los reciba de modo que no se desprenda de ellos aunque le ofrezcan millones de euros: aquéllos hechos a mano por quien los da, específicamente para quien los recibe.
Para ello, basta con muy poquito dinero y algo de habilidad manual –tampoco es preciso ser un artesano con treinta años de experiencia. Sugerimos algunos ejemplos:
Cuero y metal
Con adquirir una tiras de cuero, algún complemento metálico, un broche o cierre y algo de pegamento de contacto. Eso es: vamos a regalar una pulsera de cuero y metal. Del gusto del receptor y de la habilidad para conocerlo que improvisado orfebre dependerá el resultado.
Una variante algo más complicada del anterior pero de muy buen resultado es la que se obtiene grabando el nombre sobre el cuero, con o sin complementos metálicos. Si no sabemos de pirograbado, en este caso sí que es bueno contar con ayuda.
Con un libro y trozos de papel y tela
Otra idea, ésta más original: el “scrapbooking”.Tras tan difícil palabra se esconde el hecho de decorar libros, álbumes de fotos… con telas y papeles, tanto en las tapas como en las páginas interiores. Todo vale, dependiendo del gusto de quien lo elabora y para quien sea: un trozo de aquella camisa, una frase especial, seda, papel, botones…
Y terminaremos con la última de las sugerencias, que sí requiere algo más de habilidad: hagámonos con un trozo de piedra de Villamayor –u otra arenisca similar-; esculpamos, con paciencia la figura que queramos y esté al alcance de nuestras posibilidades; grabemos nombres. Y convirtamos una piedra en el regalo más caro del mundo.