La música, un regalo agradecido

Pocos regalos son más personales que la música. Cada uno siente impulsado por una u otra canción, uno u otro tipo de música, de modo que hemos de conocer bien al agasajado. En algunos casos, es fácil regalar música: aunque sea por mera eliminación, es difícil que le regalemos a nuestra pareja, por San Valentín, los grandes éxitos de Sex Pistols.
Vamos a seleccionar para este artículo una serie de ocasiones  y destinatarios y a jugar a qué música les regalaríamos. Cierto es, insistimos, que hay que saber muy bien de los gustos del agasajado, de modo que cada cual, aun leyendo la sugerencia, puede darse a sí mismo una respuesta.

Conocer al agasajado

Vamos a empezar, por ejemplo por el cumpleaños de un amigo. Antes de responder con un disco en concreto, sería bueno pensar, ya que no en un artista en concreto, en la forma de ser nuestro allegado: ¿es una persona tranquila, seria? ¿Se trata más bien de un juerguista impenitente? ¿O tal vez pertenezca a una tribu urbana? Vamos a suponer que este último es el caso, que sea heavy. En este caso, sería buena idea regalarle algo clásico dentro del movimiento, “Kill ‘em all”, de Metallica, o el especial de los ocho primeros discos de Iron Maiden, recién lanzado.

Los sesenta, un recurso seguro

¿Y en el caso de papá? ¿Qué le regalamos el día diecinueve de Marzo? A ver: ¿qué época le ha tocado vivir? ¿La hippie de los sesenta? ¿Es mas mayor o más joven quienes la vivieron? Para la ocasión, supongamos vivió la época en la que más se podía parar a disfrutar de la música en los años sesenta-setenta. En este caso, sería fantástico regalarle Abba Gold, la colección de grandes éxitos de Abba. Más posibilidades: vamos con la que insinuábamos al principio de este escrito: decíamos que qué música le regalábamos a nuestra pareja en San Valentín. Para esto, el mercado y lo comercial de la fecha nos lo ponen muy fácil: unas semanas antes de la fecha suele salir al mercado algún recopilatorio del tipo “TQM”.

Música sólo para sus oídos

Claro que, si deseamos que sea un San Valentín verdaderamente especial, contratemos un músico, perdamos la vergüenza y, ramo de rosas en mano, démosle la más bonita de las serenatas a nuestra pareja. Vale: nos hemos pasado ¡Qué vergüenza! Una opción más barata e igual de personal y bonita es regalarle una canción dedicada, su favorita, presentada por un locutor  sólo para esa persona tan especial.