Llevémosles la contraria. A quienes se empeñan en que seamos incapaces de pensar de manera crítica, a quienes les interesa que seamos una masa de gente y no un conjunto de personas, neguémosles la razón y démosles un buen disgusto.
El poderoso ha de serlo porque lo han elegido. Hasta aquí, de acuerdo. Pero ha de ser elegido con criterios racionales, pensando en el bien común. Aquí, sólo medio de acuerdo: nadie vota para salir perdiendo. Y ha de mantenerse en el poder apoyado por un conjunto de ciudadanos críticos, con capacidad y buen juicio, que sepan decir cuando obra bien o cuando no… y decidir… basados en… en ello… ¡¡Ay, que se me saltan las costuras de la risa!!
Lo he intentado: he querido escribir un artículo sobre la importancia de la lectura y lo conveniente de regalar libros que nos conviertan a todos en ciudadanos, o al menos nos conciencien de que es importante leer para ser personas completas, en lugar de borreguitos. De Norit, beee, beee.
Piel de borrego, o de burro
Pero no puedo. Cada vez que pienso en los índices de lectura de esta cochina piel de toro, de esta condenada ramera que me tiene, a pesar de todo, enamorado, tengo que recurrir al sarcasmo o al chiste más o menos fácil para no dejarlo todo por imposible y alabar la buena pareja que hacen no sé qué empresario con sé cuál señorita sin oficio reconocido.
Ese es el problema “de superficie”: que nos cubren los asuntos que deberían ocuparnos –y de los que deberían ocuparse los poderosos a los que se supone que hemos elegido con tal intención- con un velo de estupideces, de folclóricas reincidentes (al menos las “Folklóricas Arrepentidas” tenían su gracia), fútbol y vanidades. Pan y circo.
En cuanto al problema de fondo es que no tenemos ni idea ni nos importa de qué es eso del pan y circo. Que nos pensamos que Kafka es un delantero del Real Madrid y Aristóteles un magnate griego que estuvo casado con una presidenta de Estados Unidos. Y si no es así, qué más da. Somos unos burros orgullosos de su especie.
El antídoto tiene muchos nombres
Pero no hemos de olvidar que éste es un blog de ideas para regalos. Lo que hoy quería sugerirte son una serie de vacunas contra el borreguismo, el antídoto para que la masa deje de serlo y se convierta en un conjunto de ciudadanos. Para que no nos creamos cuanto nos dicen, que seamos conscientes de hay hierba bajo los adoquines, pero que bajo el césped del estadio o dentro de los micrófonos hay mucha basura que deberíamos limpiar. Toma nota de las recetas:
Un mudo feliz, de Aldous Huxley; 1984 de George Orwell, Crítica de la razón pura, de Enmanuel Kant; El Príncipe, de Nicolás de Maquiavelo; Sobre la clemencia, de Lucio Anneo Séneca; El quinto día, de Frank Schätzing; El último Catón, de Matilde Asensi; El maestro de esgrima, de Arturo Pérez-Reverte; El banquete, de Platón; Niebla, de Miguel de Unamuno…
Son miles (millones, me atrevería a decir) los libros que hacen que (parafraseando a Quino, el creador de Mafalda) seamos más personas y menos gente. De casi cualquier libro sacaremos un fenomenal compañero, un gran amigo y un estupendo y amable maestro.
Es por eso que me encanta regalar libros, aunque sean biografías de futbolistas que se casan con folclóricas caribeñas.