Se ha vengado el muy… de mi cuñado se ha vengado de todo cuanto digo de él. Como si fuera mentira. Encima, el muy ladino lo ha hecho al modo que más le gusta: con un regalo ¿Pues no va el muy… pestruzo y me regala un Jar-Jar Binks de tamaño natural?
El tipejo sabe perfectamente de mi aversión tan irritante ser que se encuentra dentro del, por otra parte, gracioso elenco de razas de la Guerra de las Galaxias. “Toma –me ha dicho-, ese marcianito del que tanto hablas, me imagino que te gusta”.
Un Jar-Jar Binks de metro noventa. Según lo estaba desenvolviendo, con una sonrisa beatífica, y un “graaaaaciaaasss”, ya estaba dándole vueltas a la vendetta. Quien está dispuesto a dar, lo está también a recibir…
Unos Reyes muy (ejem) especiales
Total: que me he dado una vueltecita por Internet y, mira tú por dónde que creo que los Reyes van a venir whathefuckeados para Angustioso Manfredo, que así se llama ese tío zote que pretende ganarme por la mano en mi propio terreno. De verdad que mi hermana tenía que llevar una cogorza descomunal cuando decidió casarse con… eso.
Con el colmillo más retorcido que un sacacorchos, he empezado a buscar ideas, y la primera que he visto me pareció estupenda: un precioso delantal en el que puede verse el cuerpo de Tarzán cubriendo el del portador. Pero lo he descartado: no expresa toda mi antipatía hacia el personajillo. Si encontrara uno con la imagen de un babuino hasta arriba de cerveza, podría ser. Pero no es el caso. Lástima.
Engañando a los sentidos
La segunda de las ideas me conquistó bastante más: un ratón para el ordenador en forma de tableta de chocolate. Tiene una ruedecita en la parte superior que es la hace que se mueva el puntero por la pantalla y, como se descuide un poquito, con lo goloso que es y la dieta a la que lo está sometiendo mi hermana, que pasa más hambre que si tuviera la boca cosida, le da un bocado al ratón.
Pero, claro, para que el regalo fuera efectivo necesitaría tener un ordenador, y, para él, eso es una tele con teclas. Claro que la tercera idea es una auténtica arma de destrucción masiva ¿No le ha dado ahora por tener siempre encima un mechero por si le piden fuego? (A este tipo, yo no le pediría ni que se fuera, pero en fin, hay gente pa’ to’).
Un regalo un tanto incómodo.
Pues te vas a hinchar, hombre: un mecherito de ocho por cinco por dos centímetros. Para que no lo pierdas y, si un día empiezas a fumar no tengas problemas para saber dónde está la llama. Eso sí: cuando quieras rellenarlo, busca una gasolinera con descuento.
Con todo, no estoy conforme: no he dado con el regalo “wtf” perfecto, ese que le haga rechinar los dientes y que, colorado por el esfuerzo de aguantarse las ganas de dirigir sus puños hacia la zona de mis sonrientes labios, masculle un “gracias” atragantado de bilis y lágrimas, según él, de emoción.