Líbrenos Dios de odiar la Navidad. Es sólo que se trata de una muy mala época para hacer regalos, puesto que todo el mundo los intercambia y, claro, como todo el mundo lo hace, algunos de ellos van y vienen por obligación… O mala idea, que de todo hay.
De todos modos, para este caso, existe el “regalo compartido”. Se trata de uno que se ofrecerá a todos los presentes, incluido quien hace el regalo. Dentro de esta categoría podemos incluir la música, a ver si nuestro cuñado se decide a cambiar de una vez el CD de “Grandes éxitos de la gasolinera de Paco”, con el que nos tortura cuando no está viendo el fútbol y que el reproductor ya no lee porque se lo sabe de memoria.
También caben las bebidas, para que saquen a la mesa cuando nos acerquemos por una casa o, por supuesto, uno que no dura demasiado, pero que nos hará quedar como reyes: invitar a nuestros amigos a comer.
¿Un gasto excesivo?
Es cierto que invitar a comer a alguien, con los precios a los que se nos ponen los productos para la mesa en Navidad, puede parece un suicidio económico del que no nos recuperaremos hasta que la Gran Pirámide se vuelva arenilla. Puede parecerlo.
La solución es prevenir y hacer cuentas. Vamos a invitar a nuestros amigos y familiares a una opípara cena de, digamos, Nochevieja. De la parte del marisco, no vamos a comentar nada: que quien tenga, pueda o le den crédito en el banco, que haga lo que quiera. Nosotros, a lo nuestro: al “marisco de establo”: la carne.
Una forma de ahorrar sin perder en calidad
¿Cómo? ¿Que también tiene un precio similar al de la construcción de un transbordador espacial? Hombre de poca fe. Entra en carnevillamaria.com y me cuentas. Un sitio que se ahorra el local comercial y vende a toda España, algo podrá hacer con los precios sin que se note en la calidad.
¡Venga! Vamos a juntarnos diez persona para la cena, cinco que coman pavo, que para eso estamos en “estas fechas que revuelven las entrañas”… ¡Perdón!… “estas entrañables fechas navideñas”; y otros cinco que prefieran, digamos, un solomillo de cerdo.
Un clic y a la sartén (más o menos)
Vamos a hacer la compra de la más cómoda de las maneras: entramos en la página, elegimos las secciones correspondientes (¿pero había tal cantidad de tipos de carne? Si yo sólo conocía el pollo, el cerdo, la ternera y la carne de restaurante chino) y hacemos clic en lo que deseemos.
La carne nos llegará a casa en un máximo de 72 horas, envasada al vacío y transportada a entre 2 y 8 grados, lista para congelar. Y habremos pagado por ella (1,6 kilos de solomillo y 3,7 de filetes de pavo) un total de 66,45 euros y resulto diez regalos de Navidad. No está mal, ¿eh?