Imagínate que tienes el caramelo más sabroso del mundo Es una verdadera sinfonía de sabores y sensaciones, una fiesta para el paladar. Supón que, además, quieres venderlo, o regalarlo. Una maravilla así no debería permanecer demasiado tiempo en unas manos que quieren deshacerse de ella, ¿verdad?… ¿verdad?
Pues la respuesta es “depende”. Y depende de muchos factores, pero uno de ellos se refiere a cómo presentemos ese fantástico caramelo, de cómo lo envolvamos. Porque, vamos a ver: una delicia con todos los sabores del paraíso envuelta en un papel film transparente siempre se va a vender menos que un simple caramelo de café con leche envuelto en un papel dorado (no, no pienso en ninguna marca en particular).
Algo parecido le sucede a los regalos: si ofreces un candelabro de plata del siglo XVI envuelto en papel de periódico siempre va a parecer menos valioso que una lámpara moderna correctamente embalada. Es por eso que este artículo se refiere más a los comerciantes y a quienes saben (o se supone que saben) embalar un regalo.
Una compra frustrante
Antes de seguir adelante, he de explicar que este escrito lo ha motivado una compra que hice ayer y que provocó que volviera a casa bastante molesto, además de convencido de que no iba a visitar la tienda por segunda vez:
Resulta que iba comprarle a mi chica, porque sí, porque me apetecía, un regalo. No importa ni voy a decir qué era. El caso es que, después de pasarme un rato mirando, dudando y hablando con el responsable de la tienda –muy simpático, por cierto-me decidí por una marca y un modelo que me parecieron bonitos y útiles.
Si faltan ciertos detalles, falta todo
“¿Cuánto?” “Tanto.” “Tenga. Y quítele el precio, por favor, que es para regalo.” No hizo falta que me dijera nada: en cuanto oyó la palabra “regalo”, el comerciante torció el gesto, ya que por lo visto no era la primera vez que mantenía la conversación que se avecinaba.
Le pedí, como acostumbro a hacer, que me envolviera el paquete, a lo que repuso que el papel de regalo se compra aparte y que en esa tienda no se envuelven paquetes, pero que me prestaba, eso sí, el celo. Generoso, el señor.
Qué poco cuenta quedar bien con quien te paga
El caso es que mi torpeza manual sólo es comparable a mi torpeza con los pies, de modo que el maravilloso regalo fue envuelto en una espacie de chapuza impresentable que mi novia me perdonó porque ya me conoce y porque es consciente de mis buenas intenciones. Pero, entretanto, un servidor ha archivado en su agenda mental el nombre del comercio con una notita que dice “no volver”.
El caso es que, por aquello de saber de qué hablo, me he decidido a investigar un poco en el coste que le supondría a un negocio regalar el envoltorio de sus productos. Y he llegado a la conclusión de que mis sospechas eran correctas: cualquier comercio podría repercutir el coste del papel de envolver en sus productos sin que casi nadie lo notara.
Una repuesta en la Red
Me he dado una vuelta por una página web que se dedica al suministro de todo tipo de material para empresas y negocios, Retif.es, y me he detenido en la sección que se refiere al envoltorio de regalo para tiendas.
Un papel couché, brillante, estampado, cuesta menos de 20 euros el rollo de 50 metros largo y setenta centímetros de ancho. Vamos a suponer que en cada regalo usemos, de media, metro y medio de papel (¡haaalaaa!). Podemos envolver 33 regalos a un precio de sesenta céntimos cada uno.
De acuerdo que es posible que el gasto sea más importante si tenemos en cuenta el tiempo que el comerciante emplea en empaquetar el presente, pero para eso se han inventado los portarrollos, de modo que sea el mismo cliente el que pueda hacerse el envoltorio. Si lo percibe como un servicio gratuito, no parece que vaya a importarle en exceso.
La cinta, la guinda del pastel
Otro de los elementos que no es en absoluto caro y que incuso en algunos de los establecimientos donde sí te envuelven el regalo parecen haber olvidado son las cintas de regalo para comercios. No son imprescindibles, pero son esos detalles que hacen que el cliente se vaya definitivamente contento y que la próxima vez que quiera comprar piense en esa tienda.
De nuevo, hay que decir que no parece que sea una cuestión de precio, ya que por menos de un euro y medo obtendremos unos 500 metros de cinta. Si gastamos, y de nuevo exagero, dos metros en cada paquete, nos salen 250 envoltorios con un gasto en cinta de seis milésimas de euro en cada uno.
De nuevo parece que el problema es más bien el tiempo que se emplea en envolver y de nuevo la solución pasa por los dispensadores que pueden ponerse al alcance del cliente.
Un último detalle, que atañe a los fabricantes de esas etiquetas doradas que se pegan a los paquetes de regalo: por favor, piensen en algo más original que “Felicidades”, “Te quiero mucho” o “Espero que te guste”… ¿Qué tal “Este regalo tiene muy mala pinta porque no han querido envolvérmelo en la tienda y he tenido que hacerlo yo mismo, pero no te preocupes que no me ven el pelo por allí otra vez”? Si, ya, ya… claro… un poco largo.