¿Os acordáis los tiempos en los que en nuestra niñez con muy poco eramos capaces de pasar la tarde? Tiempos en los que con solo dar una vuelta solo o con amigos por el parque, campo o cualquier explanada de las muchas que había en las ciudades, antes de ser cementerios de edificios, había; podías dar rienda a la imaginación y pasar horas y horas con muy poco.
La nostalgia es un punto, y es lo que debieron pensar los creativos de la marca de refrescos Limón y Nada. Cuando decidieron anunciar su producto basándose en la sencillez de este, que se anuncia, como su nombre indica, como una limonada sin más.
De esta forma empezaron a lanzar anuncios para lanzar al mercado una gama de tres juguetes que hacen un guiño a aquella época donde todo era sencillo y se necesitaba poco para ser feliz, la niñez. La misma de la que os hablaba antes.
Estos anuncios se fueron emitiendo en antena hasta mediados de Agosto, revolucionando Internet, ya que con solo meterse en su página web podías adquirir uno de estos juguetes. Algo que quitando lo absurdo, pues hablamos de elementos como palos, cajas o piedras con un cuidado embalaje. Pero también hablamos de un guiño a toda una generación, la cual no se cansa de rememorar aquellos maravillosos años.
El palo
Sin duda, el elemento estrella. Pues no solo te servía para varearle la espalda a cualquier niño que te molestaba y dejarlo fino, sino que era una extensión más del brazo. Capaz de hacer cosas que por ti solo nunca te atreverías, como examinar el terreno, medir la profundidad de los charcos o tocar animales muertos.
Pero que también servía para dar autoridad en juegos, a modo de bastón imperial. Como varita para ser el mejor de los magos. Removedor para hacer tartas de barro. Listón en el que ondear la bandera de nuestro fuerte o proclamar que nos rendimos, tras una exhausta lucha.
La caja
Hubo una época en la que, cada vez que tu padre compraba una tele nueva o un horno parecía la llegada de los Reyes Magos. Y no hablamos por los electrodomésticos en sí. Si no de la caja y las maravillas que en ella había.
Porque una caja molaba, sí. Pero los tesoros que en ella había eran aún mejor: Plastiquete de burbujas, con el que te pasabas horas aplastando con los dedos, que ya hasta te dolía. Yo me he llegado a llevar a clase un poco y compartirlo con mi compañero de pupitre… Una locura. También estaba ese corcho blanco, con el que tu madre te ponía las orejas coloradas, no sin que tú antes llenaras toda la casa de bolitas blancas.
Pero una caja también era un fuerte, un castillo. En ocasiones una casa para tus muñecas, en las que con ceras de colores dibujaban la fachada sin olvidar ningún detalle. Para que, una vez acabado el juego, terminara siendo el recipiente en el que guardar todos los juguetes hasta la mañana siguiente.
La piedra
El más basto de todos los juguetes y, a la vez el más ecléctico de todos es el de la piedra. Una piedra se encontraba en cualquier lado. Incluso en mitad de la calle, sin saber de dónde había salido. Hoy en día esto es imposible.
En aquel tiempo una piedra podía ser un coche, un planeta, la Luna, una nave espacial, un resto de dinosaurio de hace millones de años, un tesoro… Todo. Incluso nos ha marcado tanto que todos tenemos algún piquete en nuestra cabeza. Pues si algo tenían los juegos de antes era aquello de que “después de la risa, viene el llanto”.