La verdad es que el último artículo nos supo a muy poco. Estábamos dándole vueltas a qué regalarle a esos que se hacen llamar amigos y que, tras gastarnos ciento y pico euros en un cubierto para que salgan satisfechos de nuestra boda, nos lo agradecen tapiándonos la puerta de nuestra casa. Graciosos, los chicos.
Pues para ellos, machotes, un recuerdo del banquete: que se llevan cada uno una preciosa corbata que, además, podemos personalizar. Y a ver si con suerte se olvidan de cortarte la tuya, de seda, que te ha costado tal cantidad de euros que al director de tu banco casi le da un ataque.
Por lo demás, la elegancia de este recuerdo tal vez los asiente un poco y dejen de comportarse como orangutanes en celo a la segunda copa de vino (vaya boda que te están dando… espérate a que se case alguno de ellos). Las corbatas cuestan sobre dos euros y medio cada una. Amordazarlos con ellas si empiezan otra vez con lo de “que se be-sen”… Tendríamos que pedir presupuesto.
Bolis y pintalabios
Pero tenemos más invitados a los que podemos agasajar con regalos especialmente pensados para ellos: si te fijas un poco, a un par de mesas de distancia se encentra tu cretino favorito: ese jefe que no hace más que presionarte para que consigas mas contratos y que lleva tres años sin dejarte salir a tiempo de la oficina.
Para él, para que firme sus contratos (¿está negociando venderle algo a tu primo, sentado en la mesa de al lado?) un bolígrafo con forma de puro. Vale: no es el detalle más elegante para firmar un contrato millonario con una empresa coreana, pero tiene su gracia. Son menos de dos euros.
La que está sentada al lado del jefe es su, por ahora, esposa. Y decimos por ahora porque, mientras tu primo le mira con poca discreción el escote asintiendo a lo que quiera que le está diciendo su marido, ella le guiña el ojo. Sólo por fastidiar a ese tirano de oficina, vamos a regalarle un bolígrafo pintalabios, para que esté más… coqueta. Con menos de medio euro, podemos darnos el gusto.
Imaginación y ganas de investigar
Podríamos seguir sugiriendo regalos para esa fauna que suelen componer los invitados de una boda, pero, vista la imaginación que han derrochado con sus tres cuberterías -una de ellas de plástico- o el derroche de entregar cinco euros en un sobre, mejor nos quedamos con las peladillas de toda la vida y, si acaso, un puro, para que se salgan a la calle a fumarlo. Y que viva la ley antitabaco.