No soy un romántico

El último que me dijo “eres un romántico” acabó comiéndose la cena de San Valentín en puré y con pajita. No es que me moleste –demasiado- que me digan que soy romántico, por más que no me considere como tal: es que me cabrea que me confundan con los “Sanvalentineros”.

Me explico: El catorce de febrero es muy fácil ver  un tipo (lo de hombre es un título que determinados personajes no merecen) que mira a su pareja arrobado, arreblado y embobado. Le falta una jofaina para recogerse la babilla que se le cae.

 Cupido

Este mismo tipillo se deja doscientos euros en una cena en el restaurante más caro de la ciudad y otros tantos o más en un anillo de oro para decirle a su chica o chico -que no me voy a meter en las tendencias de cada cual- cuánto la quiere.

Qué bonito. Nada en contra.

364 no-San Valentines

Pero el día quince, se levanta, rascándose allí donde considera que le pica y exigiendo su café, que tiene que irse al curro, que alguien tiene que poner pan encima de la mesa y pagar las facturas. Romántico, el chico. Y así, trescientos sesenta y cuatro días, hasta que vuelva a ser San Valentín.

Es cierto que la situación económica no invita a las alegrías, que son malos tiempos para la lírica, que dirían el grupo vigués “Golpes Bajos”, pero no es necesario arruinarse ni invertir docenas de horas para convertir cualquier día en una fecha especial: que cualquier día sea San… Hoy.

Casi cualquier idea es buena

El esfuerzo para sorprender a tu pareja cualquier día con un desayuno fenomenal se reduce a media horita de sueño: levantarse un poco antes y demostrar que no eres un inútil absoluto entre los fogones… O llamar a una empresa para que se encargue de ello.

Si a primera hora no sueles estar de humor para regalos o celebraciones, no te apures: el día tiene 24 horas y siempre habrá un momento para la sorpresa, para el gesto o el regalo inesperado: el ramo de flores en medio de su jornada laboral, el anillo de “te quiero y no me importa qué día dice el calendario que es”…

En fin, las ideas son tantas como se te ocurran. Y la bienvenida al regalo tan agradable como sorprendido se halle quien lo reciba. Cualquier día es bueno para un regalo. Que todo el año sea San Valentín. Y que trabaje ese angelote con su arco y sus flechas.