Tengo que confesar que hoy tengo el día un tanto nostálgico-tontorrón. Es de esos que están llenos de buenos recuerdos en los que los protagonistas son personas que ya no están, de modo que, para acabar de sumergirme en la memoria, voy a hablar de algunos regalos que me habría encantado darles a mis abuelos:
Y vamos a empezar por una radio que les habría venido muy bien cuando a mediodía ofrecían “el parte” (jamás llegaron a acostumbrarse a la palabra “informativo”). En este caso hablo de un aparatito que funciona sin pilas ni enchufes: a ellos les habría parecido magia, como poco. El gadget se recarga con el sol o, qué curioso, girando una manivela.
Un mal que aqueja con frecuencia a las personas mayores son las descompensaciones de la tensión arterial. Si hubieran sabido manejar un iPhone (si, de hecho, hubiera existido cuando vivían), sin duda se habrían hecho con un tensiómetro inteligente para iPhone por 139 euros.
Pies y alma templados
Uno de los recuerdos que asocio con mi más tierna infancia es la de meter los pies, al acostarme, entre las piernas de mi abuelo (“el horno”). En honor a este recuerdo, comento que un buen regalo para una persona mayor es una bolsa de agua, forrada de lana roja y con un corazón banco. Son menos de quince euros.
Hablando de calorcito y comodidad: te sugiero la “Snug Rug Deluxe”, una slanket, o manta con mangas que permite que nuestros mayores se tapen con ella dejando los brazos libres para que los usen, por ejemplo, para abrazar a sus nietos (¿he dicho ya que estoy muy mimoso?).
Seguir algunas buenas costumbres aprendidas en los tiempos duros
Una de las marcas de quienes han vivido tiempos duros –y éste es, desde luego, el caso de mis abuelos- es que son gente ahorradora, de modo que me voy a extender un poco más en esta última sugerencia:
Se trata de una hucha-tarro cuenta-monedas. Cuesta sólo doce euros e incorpora en la tapa una ranura con un sensor de monedas de euro que contabiliza el dinero que hayamos ido introduciendo. Este gadget mostrará, sin necesidad de abrirlo, cuanto dinero tenemos ahorrado “por si vienen las vacas flacas”.
Aunque imita a forma de un tarro de cristal la hucha está fabricada en plástico duro, para evitar que se rompa fácilmente. Y es que ya no es preciso romper la hucha: basta con mirar su pantalla digital que, además, hará que nuestros invitados se animen a echar una monedita, sólo por ver cómo funciona tan curioso invento.
En fin, quede dedicado este artículo a esas personas sencillas, de gran corazón, honradas, trabajadoras, pacientes y amables. Un beso, abuelos.