Me pongo melancólico cuando subo al desván y veo juguetes, cajas de ropa, cajas de libros, cajas de vaya usted a saber. Qué asco de consumismo. Con esto de la crisis, está feo regalar cosas superfluas, feo y difícil. Volvámonos pues a lo básico, a o tradicional, a lo bucólico. Comida, un regalo idóneo en tiempos revueltos. Pero con clase, siempre con clase; un bocata de lomo, pues no queda bien.
Empezamos por la buena vieja idea de hacértelo tú. Buscas una receta resultona, normalmente de algún dulce, te metes una buena tarde y tienes regalo para mucha gente. Entretenido y con la virtud de “lo he hecho yo”. Una amiga siempre hace lo mismo: prepara unos dulces cojonudos y bien decorados, y los reparte entre los amigos. Así no hay pelea, y hay que decir que ya cada año estamos esperando a ver lo que cae.