Tener cosas está muy bien, pero, reconozcámoslo, tiene serios inconvenientes. Para empezar, en un contexto social como el nuestro, frecuentemente poseer una cosa no hace feliz más que de una manera instantánea y fugaz; una vez constatada la posesión, es la frustración por no tener otras cosas el sentimiento que se fortalece, y más ocurre cuantas más cosas tenemos, a lo círculo vicioso. Además, ocupan sitio.
Así que nada, olvídate de regalar objetos materiales, y pásate al selecto club de quienes regalan satisfacciones más o menos inmateriales o que, al menos, no dejan un rastro físico tras de sí, sino en todo espiritual. Una huella en el recuerdo, no en la estantería. Y además, no se rompe, no coge polvo, no da por el saco en las mudanzas, no pasa de moda… Todo ventajas.