Tierra de viñas bajas y vinos despreciados

El hecho de que mis huesos, junto con la carne que los rodea, y, ya que estábamos, mi paladar, hayan ido a dar con tierras manchegas (¡quién me lo iba a decir!) ha hecho que lleve tiempo planteándome este escrito; el que lleve unos meses sin fumar, me ha decidido.

¿Qué tiene que ver mi vida en La Mancha con mis recién adquiridos hábitos de vida saludables, más allá de lo evidente? –si es que ya sólo me falta perder quince kilos y hacer un poquito de deporte para vivir hasta los ciento treinta años-. Pero no hablamos de mi salud y lozanía, sino de regalos.

Y es que he venido a caer a una tierra de olores y de sabores, una tierra, la manchega, con más texturas en cualquiera de los cinco sentidos de las que yo podía imaginar. Y, desde que he dejado de fumar –no: no recuerdo la fecha. Hace unos meses, y ya está-, he recuperado mucho gusto y mucho olfato.

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Ya vamos hilando mi tierra de adopción con mis nuevos hábitos. Y, para acabar de unir una y otra cosa, hablaremos de un producto manchego que se disfruta con los cinco sentidos (no es ninguna figura retórica), aunque sobre todo se hace con el gusto y con el olfato: el vino.

A pesar de que otras regiones tienen más nombre, (Rioja, Ribera del Duero, Albariño, Ribeiro…), resulta que en La Mancha se encuentra la mayor extensión de viñas de toda Europa. Sí. Tal cual. El mayor viñedo del continente y uno de los más grandes del mundo.

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Como esta es una tierra en la que quien vive del vino está demasiado ocupado en sacar a sus cepas de la UVI, sea por una enfermedad de la viña, sea por la ineptitud de quien la gobierna y que permite que se explote de la peor de la forma a los agricultores, la fase de la promoción queda bastante descuidada. Es más: el caldo manchego tiene más salida en Asia que en España. Tampoco es una figura retórica.

El caso es que con mis re-afiladas papilas gustativas y mi renovada pituitaria, he descubierto un mundo, gracias a las catas comentadas, que (llevaba fumando desde la adolescencia, cuando el vino sólo se entiende mezclado con Cualquier-cola) no sospechaba siquiera que existiese.

Por eso mismo, sin mencionar marca ni variedad alguna, te recomiendo que pruebes y regales los vinos manchegos, olvidados por la ineptitud de quien debería hacer de ellos su bandera. Ninguneados por un esnobismo ridículo que se fija en qué bebe el vecino y no en qué le gusta de verdad, aunque tenga un precio tan bajo.

Prueba y me cuentas.

¿Una cervecita?

En estos momentos, mientras escribo, me estoy metiendo entre pecho y espalda una lata de cerveza de medio litro cuyo precio ha sido de unos cincuenta céntimos de euro. Vamos, que si alguien me la regala empiezo a preguntare dónde está el regalo en serio o en qué lugar han instalado la cámara oculta.

El caso es que soy un cervecero convencido (bueno, y un vinatero, y un agüero, y un gourmet… al que todo lo que pueda proporcionarle placer en el paladar le gusta. Pero hablamos de cerveza). Y aunque me beba y me quite la sed una “Holbrand” de a euro el litro, me gusta esta bebida (néctar del Demonio, más bien) y saber más sobre ella.

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